Frozen llegó tarde a nuestras vidas, pero entró
con la fuerza de una tormenta de nieve inesperada. Sí, en pleno verano, mi hija
decidió, finalmente, ver la película de Disney de la que tanto hablaban sus
amigas. Y se volvió mega-fan.
La hemos visto en el i-Pad (digo “hemos”,
porque muchas veces me tocó a mí también) hasta la saciedad… una o dos veces diarias durante todas las vacaciones.
Y justo el otro día, mi amiga Catalina, del
blog Mamá también sabe, que está enterada de nuestra fiebre Frozen, me contó
que iba al pre-estreno de la versión Sing-Along (karaoke, para el común de la gente), en
el Conde Duque de Madrid. Así es que nos animamos a ir también y, por fin, después de
verla tantas veces en pantalla pequeña, el sábado pasado la vimos en una grande.
¡Y cómo nos divertimos!