Hoy se cumplen seis años del día más feliz de mi vida. No porque el casarme haya sido lo más bonito que me haya pasado (no soy de cuentos de hadas), si no porque el día, en sí mismo, fue muy especial: Estuve con casi todas mis personas favoritas, me divertí como loca y bailé como nunca.
Tengo la gran suerte de haber encontrado a alguien que me enseña, día a día, a buscar solución a los problemas. A no quejarme y complicarme la vida sin sentido. La vida es muy corta para estar amargándose, para quedarse quieto sin encontrar la salida. He aprendido, con él, a simplificar y ver lo bueno de lo nos rodea.
Estoy junto a alguien generoso y preocupado por los demás, a veces, debo confesar, en exceso. Es un padre enamorado de sus hijos, un buen compañero, amigo (ya dije que no soy una romántica, las otras cosas me las guardo para mí).
Así es que hoy, además de celebrar los seis años de ese mega-fiestón, debo celebrar los seis años "formales" junto a esa buena persona, que me hace intentar ser, yo también, mejor cada día.